viernes, 25 de agosto de 2017

Canadienses

Para  Ángel González  y Angel

Canadienses
No he volteado a ver esta ciudad
Mis manos se arrugan
al son de la sangre que corre
entre mis piernas
Veo viajantes y quiero ver
tus ojos
Morderte la piocha
lamer tu barba
Veo lentes y garras
y cosas que antes me importaban
Antes que baje los ojos y olvide tu rostro
para beberme el sabor nuestro
Ya no eres tuyo
no puedo recordarte
Soy todo olvido
toda cuestión de ti
que temes mencionar
por incómoda y necesaria

II
He envejecido
hay cosas que disfruto más
Como el recordarte al son de la lluvia
como estar sentada a la sombra
en lugar de correr hacia la gente
como el besarte y abrazarte
en lugar de cualquier cosa
como ver gaviotas y gente
y no ser ellas
Disfruto escuchar y sentir
aire helado y brisa

III
Sabía que quería leer a Ángel en las cataratas
Vinieron gratis las mariposas
Gratis los ruiseñores y las gaviotas
Gratis también el piar y el canto
Aquí nadie busca oferta ni barata
ni menos azul el cielo
ver volar y no al dinero
Son de pobre
ir de paso por la vida
y no detenerse en el verde de los árboles
pero sí en el de los dólares

IV
La gente ya no escribe
o escribe poco
o con un propósito
inmediato
Escribe en máquinas
para máquinas
En un amor autómata y resignado
las tintas no corren
Se traban
con música en el Hilton y conexiones de Wifi
¿Quién piensa en el hambre o en las letras?

V
Tú y yo deberíamos andar este muelle
tú y yo deberíamos tomarnos de la mano
y nadar río arriba
hasta morir
Tú y yo deberíamos sentir descalzos esta madera
ver el castillo
besarnos las manos
Tú y yo deberíamos hacer vida como espuma
y marea y olas
De ese mar que empuja por más de mil kilómetros
Tú y yo
de un trópico y otro
Navegar
Navegando
Olores y fuertes

VI
No sé los nombres de todos los castillos
pero entiendo que tú eres
ese barco y el otro
Entiendo que eres el viento y la brisa

VII
Parece que no quieres que yo te quiera
y yo quiero ser tu casa
tu cena
tus hijos
Yo quiero ser tu pesca
y tu mesa
Me has enseñado que igual
soy aunque no estés
Debí aprenderlo antes
y no a los 33

VIII
El viento freso me recuerda tus brazos
que deben estar aquí
a orillas del San Lorenzo